A veces hay que alejarse de las cosas para poder estar mas cerca de ellas, yo no sé, si me acerqué… lo que si es seguro es que me alejé.
Ayer me fui a dormir como todos los días, después de ver una pelí del canal 7, lo que no fue como todos los días fue el sencillo hecho de que no estuve en los mismos lugares ni con la misma gente, tuve la chance de gastar y de vencer; decidí abandonar todo…
Viaje no sé cuantos miles de kilómetros para encontrarme con mi amiga de la juventud “Miyi” una arquitecta que decidió emprender el vuelo hacia las tierras lejanas del mayab, claro que después del paso del huracán “Willma” los arquitectos tienen mucha chamba en este sitio. Ella llevaba invitándome a su casa en Cancún casi dos años, y yo por mis miedos y lo limitado de mis gastos no había aceptado.
Hace dos días acepte y espere tres horas en el aeropuerto de la ciudad de México, ya que por el miedo infundido por los gringos hacia el terrorismo, te revisan todas tus pertenencias, en esas tres horas esperé a que mi amigo cabeza llegara a la ciudad, el venia de la ciudad de la Habana, por que había ido a exponer ahí, busque a mí amigo girasol, el trabaja en el aeropuerto como guardia, dice el que para tener las vivencias relativas a su profesión (sociología). Total que no pude ver a nadie conocido.
Después de vario tiempo subí al avión y llegue a Cancún, después de abrazar a “Miyi” casi no me entré de lo que paso, hablamos y hablamos hasta muy tarde, y al otro día partimos a una isla que ella tampoco conocía. Llegamos ya de noche así que no supe en donde iba a dormir.
Cuando a salir el sol desperté en aquel paraíso, no podía creer lo que mis ojos estaban viendo, así que los cerré, pero la impresión fue mas grande aun aquello se podía percibir por cualquier medio, menos el televisado. Caí en cuenta que estando en la cuidad mi percepción estaba ya acostumbrada a todo lo que día a día sucede a mi alrededor. Mi cuerpecito estaba todo pegajoso y humedecido. Con los ojos cerrados, abrí mis otros sentidos, incluido el del dolor, me dolió tanto el haberme negado tantas veces el poder enfrentarme a estas cosas. Lo único que se escuchaba era el paso violento del viento con un fuerte olor a sal.
Partimos con rumbo al muelle a las 6:30 AM. Dispuestos a visitar a tiburones ballena, hermosas bestias de casi 18 m. de largo a las cuales ya había conocido en los documentales de Jakes Costeau, mucho sol y como una hora después. Me pusieron un par de aletas, gogless, y snorquel y sin esperar a que actuaran mis miedos me tiraron al mar. Lo primero que ví una enorme manchablanca, que se movía frente a mí. Y con eso adiós miedos estaba nadando en mar abierto con tiburones ballena que hacían que mi propia presencia se pusiera en duda.
Claro que como citadina dedicada al arte y a la docencia, obviamente mi condición física y lo sublime de la situación me saco rápido a flote, regresamos ala isla y caminamos por la orilla del mar, ahora entiendo a quien dijo que no sabia en que lado el océano terminaba y en que lado comenzaba, y no es que nunca hubiera estado en el mar, simplemente es que no lo había hecho con la conciencia necearía en mis sentidos para enfrentarlo. Como un vil instinto comencé a recoger objetos que llamaron mi atención sin justificación alguna, son objetos que por algo me parecía que no deberían estar ahí, pedazos de madera que el mar había trabajado con mas destreza que yo, corales rotos pues los vestigios del huracán aun son evidentes, volteando hacia el lado de tierra firme las construcciones a las que también el mar las trabajo con la mayor destreza posible, generaban un paisaje dalísesco caribeño que hay que verlo para creerlo.
También recolecte caracoles, por que fue lo único que Marilu me pidió unos pocos caracoles pequeñitos.
¿Hay que comprar recuerdos? ¿Hay que fotografiar recuerdos? ¿Los recuerdos son para la mente?
¿Los recuerdos se pueden recoger en cualquier momento y ofrecerlos para que cada quien escoja el que mas les guste? ¿Que onda con los recuerdos?
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