Después de todo lo que hemos, visto a lo largo del curso llega el momento en el que hay que retomar, dudar, investigar, proponer y hasta fusilar, para poder producir una obra personal, sin rendir pleitesías a nadie. Ya que la producción artística sólo depende del desarraigo del productor y no de los mecanismos que lo rodean.
Claro que es necesario invertir, tiempo, dinero y esfuerzo, en hacer algo que a nadie más que al mismo productor, le interesa. El artista se convierte en un quijote que lucha contra los molinos de viento y estos, ni siquiera reflexionan el ¿porque? de las batallas del quijote.
“En este entorno, los artistas contemporáneos han construido, en coyunturas improvisadas, incomodas y a veces contradictorias, sus escenarios particulares, dando pie a la producción, distribución y consumo de sus propias obras y proyectos”[1]
Las rutas fueron abiertas, los caminos encontrados, las propuestas diversificadas y los artistas se apropiaron del espacio para generar, cuestionar y manifestarse en el nombre del arte, sin importar títulos, disciplinas, técnicas, lenguajes, condición socioeconómica, creencias y fronteras siempre y cuando se cuente con los medios pa´ saltar el charco, el dinero parece ser lo de menos, se puede obtener de vender obritas en el jardín del arte y hasta de taxista o maestro. Y solventar este vicio llamado “ARTE”.
“En la indigestión de los modelos importados o locales nos hemos hecho escépticos. Por eso, de cualquier forma vale la pena preguntarse metódicamente: ¿Quiénes somos? ¿De donde venimos?, ¿Adónde vamos? ¿Habrá Boletos?”[2] Esto en el mejor de los casos, ya que para que el artista se, cuestione es necesario amalgamar un compromiso conciente con el trabajo y la vida misma… ya que ante los avatares de la cotidianeidad, estos momentos en que el arte se lanza a lo desconocido, se agradece la interdisciplinariedad; se extrañan los planteamientos “serios” que conocemos y nos hacen accesible la obra. ¿estos… son insuficientes?
[1] Cruz Villegas Abraham, Round de sombra, CONACULTA, México, 2006, 277p, p, 117.
[2] IBIDEM. p 155
Claro que es necesario invertir, tiempo, dinero y esfuerzo, en hacer algo que a nadie más que al mismo productor, le interesa. El artista se convierte en un quijote que lucha contra los molinos de viento y estos, ni siquiera reflexionan el ¿porque? de las batallas del quijote.
“En este entorno, los artistas contemporáneos han construido, en coyunturas improvisadas, incomodas y a veces contradictorias, sus escenarios particulares, dando pie a la producción, distribución y consumo de sus propias obras y proyectos”[1]
Las rutas fueron abiertas, los caminos encontrados, las propuestas diversificadas y los artistas se apropiaron del espacio para generar, cuestionar y manifestarse en el nombre del arte, sin importar títulos, disciplinas, técnicas, lenguajes, condición socioeconómica, creencias y fronteras siempre y cuando se cuente con los medios pa´ saltar el charco, el dinero parece ser lo de menos, se puede obtener de vender obritas en el jardín del arte y hasta de taxista o maestro. Y solventar este vicio llamado “ARTE”.
“En la indigestión de los modelos importados o locales nos hemos hecho escépticos. Por eso, de cualquier forma vale la pena preguntarse metódicamente: ¿Quiénes somos? ¿De donde venimos?, ¿Adónde vamos? ¿Habrá Boletos?”[2] Esto en el mejor de los casos, ya que para que el artista se, cuestione es necesario amalgamar un compromiso conciente con el trabajo y la vida misma… ya que ante los avatares de la cotidianeidad, estos momentos en que el arte se lanza a lo desconocido, se agradece la interdisciplinariedad; se extrañan los planteamientos “serios” que conocemos y nos hacen accesible la obra. ¿estos… son insuficientes?
[1] Cruz Villegas Abraham, Round de sombra, CONACULTA, México, 2006, 277p, p, 117.
[2] IBIDEM. p 155
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